Dime una especie animal que lleve sin evolucionar desde el Cuaternario, antes de que los dinosaurios dominaran la tierra… tic… tac… tic… tac… sí, lo has acertado (aunque puede que con un poco de ayuda): los tiburones. Millones de años poblando los océanos del mundo sin cambios significativos. ¿Pero desde cuándo se detiene la evolución de un grupo de especies por tanto tiempo mientras que todas las demás no paramos de cambiar para adaptarnos? La única respuesta posible es: Cuando ya no hay nada que mejorar, ¿para qué cambiar? |
Pocas especies de tiburón hay que no seduzcan completamente al observador por la perfección de sus formas y la elegancia de sus movimientos. Pero es que el tiburón zorro tiene ese algo más que hace que uno nunca se canse verlo, y anhele la cercanía de su indolente curiosidad en cada encuentro. Verlo venir y quedarse hechizado es todo uno, tal es la fuerza de su presencia. Su cuerpo, en forma de torpedo, sus enormes ojos (…para verte mejor…) y su larguísima cola le confieren una apariencia inconfundible, rayando en la irrealidad, como si de un personaje de dibujos se tratara…
…en las oscuras profundidades del mar de las Bisayas, a casi 200 metros, Alupi y sus amigos celebran la bendición de la noche remontando el pináculo de Monad Shoal hasta la superficie en busca de sustento. A pesar de ser una noche sin luna, la luz de las estrellas es más que suficiente para que los enormes ojos y los refinados sensores del grupo de tiburones capten perfectamente todo su entorno. Esta noche están de especial suerte: una enorme bola de anchoas está cruzando la zona en plena temporada de migración. Cada uno de los amigos sabe perfectamente lo que tienen que hacer para que empiece festín. Como si se comunicaran por telepatía, todos a una rodean la escuela empujándola hacia arriba y atrapándola bajo las olas. Varios de ellos golpean la superficie del agua con sus colas produciendo un gran estruendo que asusta a las anchoas y va compactando más y más al plateado banco. Alupi se apercibe de una brecha en su formación por donde los pequeños peces intentan escapar y de un salto sale del agua y aterriza en medio del corredor de salida, cortándoles la retirada. Cuando las anchoas están tan juntas que casi ni se pueden mover, Alupi y los suyos se turnan para lanzarse como flechas hacia la espesa masa dando coletazos a diestro y siniestro dejando completamente atontadas a sus presas, que se convierten en bocados fáciles para el decidido y eficaz grupo. Muchos otros peces llegan a unirse a la fiesta que los zorros, como buenos anfitriones, no dudan en compartir, aunque conviene mantenerse alejado de las largas y afiliadas colas que cortan el agua a la velocidad del rayo, si no se pretende pasar de comensal a ser comido. La fiesta es un auténtico éxito y la alegría contagia a todos los miembros del grupo de los zorros. Satisfechos, y ya con las primeras luces del alba, merodean por el arrecife dejándose desparasitar por los lámbridos en su ritual diario de limpieza matutina.
Se escucha el sonido de un barco y en la superficie rosa y azul se oyen algunas zambullidas. En pocos minutos aparecen unas extrañas criaturas con las que los zorros llevan compartiendo cada amanecer desde hace algún tiempo. Alupi y el resto de su comunidad ya se han acostumbrado a su presencia, pero siguen despertándoles una irresistible curiosidad. Son seres muy extraños; nadan con una especie de doble cola y hacen ruido al respirar, soltando burbujas de vez en cuando como las tortugas. Vienen en grupo y tienen mucho interés en ellos, pero no parecen amenazadores. Alupi y algunos de sus mejores amigos se pasean arriba y abajo para verlos mejor y, cada vez que se acercan los extraños seres se quedan quietos; incluso se diría que parecen maravillados ante su presencia. ¡Hasta es capaz de ver sus ojos a través de una máscara! Es curioso pero puede percibir simpatía y admiración en su mirada, y eso le gusta.
Se escucha el sonido de un barco y en la superficie rosa y azul se oyen algunas zambullidas. En pocos minutos aparecen unas extrañas criaturas con las que los zorros llevan compartiendo cada amanecer desde hace algún tiempo. Alupi y el resto de su comunidad ya se han acostumbrado a su presencia, pero siguen despertándoles una irresistible curiosidad. Son seres muy extraños; nadan con una especie de doble cola y hacen ruido al respirar, soltando burbujas de vez en cuando como las tortugas. Vienen en grupo y tienen mucho interés en ellos, pero no parecen amenazadores. Alupi y algunos de sus mejores amigos se pasean arriba y abajo para verlos mejor y, cada vez que se acercan los extraños seres se quedan quietos; incluso se diría que parecen maravillados ante su presencia. ¡Hasta es capaz de ver sus ojos a través de una máscara! Es curioso pero puede percibir simpatía y admiración en su mirada, y eso le gusta.
Al cabo de un tiempo, el pequeño grupo se dirige hacia la superficie. Detrás de la cabeza de uno de ellos ve una figura que le es conocida, parece la silueta de uno de los suyos, pintada en blanco y rojo. Entrelazado hay un símbolo que no es capaz de descifrar que viene a ser algo como “BuceoMalapascua”. Se acerca para verlo mejor y los seres detienen el ascenso como para despedirse de él. Sin duda es la imagen de un zorro lo que ha visto dibujado. ¡Están conectados! Alopias no puede contenerse de pegar un salto de alegría antes de que zarpe el barco. Tras el encuentro, queda una marcada certeza: que esa no va a ser, ni de lejos, la última vez que se encuentren… |
Por si hubiera alguna duda sobre el origen de su nombre, conviene saber que ya los antiguos griegos, que lo denominaron Alopex (zorro), sabían perfectamente de la astucia de este magnífico animal. El mismo Aristóteles, un gran enamorado de la zoología, describió en su poco conocido tratado “Historia Animalia” la inteligencia de estos tiburones liberándose de las redes de pesca destrozándolas a bocados, saltando fuera del agua para hacer caer a sus perseguidores del barco y protegiendo a sus crías tragándoselas para regurgitarlas tras haber pasado el peligro.
Por desgracia hoy en día se emplean métodos de pesca que superan con creces las habilidades de los bellísimos zorros de mar, y su población esta siendo diezmada debido a la insaciable codicia del hombre moderno. En pesca deportiva son muy valorados por la extrema dificultad que representa su captura, ya que luchan con increíble determinación para no dejarse atrapar. En pesca comercial, son muy apreciados por su piel (que puede curtirse para fabricar complementos de moda), el aceite de sus hígados (repleto de vitaminas), su carne y especialmente por sus aletas (dedicadas exclusivamente al voraz mercado chino, que parece decidido a acabar con todos los tiburones del planeta para confeccionar la sobrevalorada sopa de aleta de tiburón).
A pesar de que la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza (IUCN) ha catalogado esta especie como muy vulnerable a la extinción, España ocupa tristemente uno de los principales puestos en el ranking mundial de capturas de tiburón zorro (capturados principamente en el Atlántico Norte) y el tercer puesto en el ranking de capturas de tiburones de todas las especies del mundo (y sí, mayormente para satisfacer la locura del mercado de aletas chino). |
Lo que podemos hacer los buceadores para frenar todo esto es aprender a apreciarlos por lo que son, cambiar a los demás la concepción errónea de asesinos que tienen, negarnos a consumir productos de tiburón de cualquier índole, y ayudar a mantener, con nuestra presencia y donaciones, el mayor número de santuarios posible, como el de Monad Shoal en Malapascua. En BuceoMalapascua además impartimos la especialidad de AWARE Conservación de Tiburones. ¡Apúntate y sé parte del cambio! |